Apuntes anarquistas

by - martes, junio 16, 2009

Buenos Aires, 2004. 
Informes del Sur, cuadernos de investigación / Ediciones BP. 
Prosa.



Estética y anarquismo

"Dios y el rey, la Iglesia y el Estado: esto es la eterna contrarrevolución"
Pierre Joseph Proudhon

Es importante señalar que el pensamiento de Proudhon tuvo más peso que el de Marx en la formación de la ideología revolucionaria rusa. Un ejemplo poco conocido es el hecho de que en Francia, la primera edición de El Capital, de 1895, no había terminado de venderse todavía en 1920.

“Transformar el mundo” dijo Marx. “Cambiar la vida” aseveró Rimbaud. “Dos consignas que son para nosotros una sola” nos recuerda André Breton. “Toda tendencia progresiva en arte es condenada por el fascismo como una degeneración” advierte Trostky. “El poeta verdadero está con el pueblo que lucha contra la tiranía y la esclavitud, porque el espíritu del poeta repugna toda limitación para su vuelo y no puede soportar una cadena sin rebelarse. Es, desde que nace, un revolucionario.” La cita es de Valentín de Pedro, y la encontramos en un artículo de la publicación CNT (número 106, 19 de septiembre de 1938).

Pierre Ansart en su estudio sobre el anarquismo señala que Proudhon “tenía conciencia de su falta de conocimiento en el arte”. Este había escrito: “Nos corresponde, pues a los profanos, gente de trabajo servil (...) hacer la evaluación del arte...” El arte clásico de David o de Ingres, así como los cuadros que reproducen escenas militares, de Vernet, serán repudiados invocando la misma exigencia de la comunicación. Las escenas religiosas o militares resultan completamente exteriores al ethos obrero.
Dos autores a los que hay que recurrir para profundizar el sentido estético y al mismo tiempo una visión libertaria son Rudolf Rocker y Herbert Read. Y algo más. El tema central de una contradicción insuperable entre el poder del Estado y la revolución fue expresada por Varlet mucho antes de que la descubriera Proudhon. Varlet, que formaba parte de los libertarios rabiosos, dijo: “Gobierno y revolución son incompatibles.”

Vamos a tomar ahora las ideas estéticas de tres grandes teóricos del anarquismo. Para Pierre-Joseph Proudhon “la sociedad se separa del arte, lo saca de la vida real, hace de él un medio de placer y de diversión, un pasatiempo, pero del cual no depende, tiene algo de superfluo, de lujo, de vanidad, de libertinaje, de ilusión, todo lo que se quiera. Pero no es ya una facultad o una función, una forma de vida, una parte integrante y esencial de la existencia”. Y agrega “la razón sojuzga a la imaginación; el fondo es más importante que la forma, a la literatura se la trata como a una cortesana. Para Proudhon no hay que demoler todo lo existente tanto en el ámbito estético como en el social, sino que defiende una síntesis incesantemente renovadora de lo nuevo y de lo antiguo: “avanzar pero conservando”. Sostenía que son revolucionarios los artistas que crean la síntesis viviente de las tendencias de su época y la tradición, y son reaccionarios aquellos que rechazan la aportación del pasado. En ese sentido critica a los enemigos de los géneros y de las reglas. Tiene una visión nietzscheana de la cultura: identifica cultura con unidad de estilo.

León Tolstoi recrea la obra estética de Proudhon. Para el autor de Guerra y Paz la estética se fundamenta en la distinción entre arte verdadero y arte falso. El primero es el arte del pueblo; el segundo el de una minoría selecta. Tolstoi, al igual que Kropotkin, ve en el artista a un trabajador. Escribirá: “El arte del porvenir será obra de todos los hombres, salidos del pueblo, que se consagrarán a esa actividad cuando sientan la necesidad.” Para él el arte es una experiencia libre y espontánea.
Para Mihail Bakunin es en el gran arte del pasado, eterno e insumiso, donde percibe un potencial propiamente revolucionario: “el retorno de la abstracción a la vida”. Marx encarna el principio de orden y creación. Bakunin se identifica con el caos y la rebelión, desea un mundo sin leyes y por lo tanto libre bajo el signo de la tempestad, palabra que para él es sinónimo de vida. Para Bakunin los sistemas, por lo que tienen de cerrado e inmutable, ahogan la espontaneidad y creatividad del hombre. No cree en el poder revolucionario de un arte comprometido: no es el artista quien debe cambiar las estructuras de la sociedad. No cree en un arte militante. Cree en un arte que testimonie la parte inalienable del hombre, su derecho a la pasión y a la acción. Bakunin ve al artista como el adversario de los totalitarismos. Para él “el arte es, pues, en cierto modo, el regreso de la abstracción a la vida, fugitiva, pasajera, pero real ante el altar de las abstracciones eternas.” E insiste: “El arte, como retorno de la abstracción a la vida, es el guardián de la parte inmortal del hombre contra las fuerzas contemporáneas de la alineación.”


***

Oscar Wilde escribe textualmente: "La forma de gobierno más adecuada al artista es la ausencia de todo gobierno. La autoridad, sea del que sea, sobre el artista y su arte, es siempre absurda". El estremecimiento ontológico de lo poético indaga nuestra intimidad. Intentamos un cuestionamiento global en cada crítica, en cada itinerario. Desde ese circuito tratamos saber desde dónde escribimos, de definirnos ante el otro por los rasgos que nos diferencian y distancian.

En un trabajo publicado por el profesor Hugo Cowes se hace referencia al poeta inglés John Agard, quien repetirá la experiencia de Mallarmé, salvando un siglo de distancia, "uniendo las dos revoluciones, la revolución en la realidad histórica y la revolución poética". El poema comienza con un verso admirable, de tensión social, como expresión de una clase dominante: Yo no soy un caballero de Oxford. Fijémonos en el valor de este verso, su insurrección. Y más abajo, en tono intimista nos dice: yo soy un inmigrante. Aquí el poeta contrapone jerarquías sociales, y nos manifiesta de su historia, una historia que lo hace sentirse exiliado, perseguido.

Yo no tengo un revolver
yo no tengo un cuchillo.
Pero atacar a la reina inglesa
es la historia de mi vida.

Yo no necesito un hacha
para destruir vuestra sintaxis.
No necesito un martillo
para hacer puré de vuestra gramática.

"Recuerden que Mallarmé decía que quería ser un sintáctico", nos indica Cowes. Sin el sentido de lo iniciático no hay acercamiento a la belleza. Hay un don de sentir la pasión sensorial e intelectual, un designio que regula la vida del universo, los signos que el poeta advierte en el mundo autobiográfico como una alegoría de la mirada utópica.

Debemos tener presente la subversión de los poetas, desde Safo hasta Mallarmé. El propio Baudelaire atemorizó a los burgueses. "Los burgueses de mitad del siglo XIX se asustan, y Las flores del mal fue un libro censurado, llevado a la justicia, que quiere disponer que esos juicios contradictorios sean uno falso y el otro verdadero. Quieren que el cielo esté arriba y el infierno abajo. Que el cielo sea el bien y el infierno el mal".

Una cultura oficial que juzga desde los prejuicios impuestos por una sociedad, por la ideología de la clase dominante, crea, organiza, la creencia de una realidad. Esto es muy conocido y no hay necesidad de ahondar más. Es simplemente necesario para analizar mejor los códigos culturales. Sin argumentos necrológicos o índices moralistas. Sin acumular rencores, sin epitafios.

Es conocido el hecho histórico en donde Mallarmé le dice a Degas que la poesía se hace con palabras, no con ideas. De esta anécdota, procede su práctica poética y naturalmente la metapoesía. Pero debemos señalar que los discursos líricos están insertados en una época, en una realidad histórica y social determinada.

Refiriéndose a la historia del movimiento anarquista en Francia, al período que va desde 1891 hasta 1895, dice Jean Maitron: "Se era simbolista en literatura y anarquista en política".

Recordaremos lo que nos dice André Reszler: "Durante varios años, en las páginas de la Revista Blanca (Revue Blanche) y en Coloquios políticos y literarios (Entretiens politiques et littéraires), fundadas por Vielé-Griffin, la colaboración de los poetas simbolistas y los escritores anarquistas indica la proximidad de sus puntos de vista. Cuando la policía se apoderó, en 1894, de la lista de abonados de la publicación La Rebelión (La Révolte), descubre en ella los nombres de Mallarmé, Leconte de Lisle, Rémy de Gourmont, Pissarro, Signac (De Richepin, Huysmans, Alphonse Daudet, Anatole France, etc.). Cuando los procesos terroristas, los simbolistas toman la defensa de los acusados. El mismo Mallarmé va a los tribunales para testificar".

El arte es el símbolo de la creatividad del hombre. En él el ilimitado sentimiento de amor, de dolor, de fraternidad. Desempeña siempre una función liberadora. Interpreta lo utópico, la significación ontológica, la capacidad de generar una ética a partir de la creación.

“La cultura debe su grandeza y su significación al hecho de que su irradiación desconoce las fronteras políticas y sociales”, nos advierte Rudolf Rocker. La belleza exalta lo absoluto y genera una estética rebelde.

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